
Las medidas de confinamiento con el objetivo de frenar la pandemia por coronavirus generan un gran impacto emocional en cada uno de nosotros. Hace poco se ha dado a conocer la ampliación del plazo de confinamiento por quince días más, lo que implica una gran capacidad de adaptación por parte de cada uno de nosotros.
Estamos viviendo una situación de excepcionalidad sin precedentes en la vida contemporánea, que obliga a unas durísimas medidas políticas, sociales y económicas, que a su vez implica, por parte de la ciudadanía, hacer gala de una gran capacidad de disciplina y civismo, como así se está poniendo de manifiesto en la gran mayoría de la población.
En estos días es frecuente escuchar como se compara esta situación a la de una guerra o se hace referencia al decreto del estado de alarma, con el consiguiente impacto emocional que ello nos comporta. La situación de confinamiento genera en nosotros una gran sensación de miedo y de incertidumbre en muchos aspectos de nuestra vida. Por una parte, la preocupación por nuestra salud y la de los nuestros, en especial la de los familiares mayores o de los que forman parte de los grupos de riesgo por padecer patologías previas. Por otro lado, la inquietud en la esfera laboral con el cese temporal de los negocios, el riesgo de no poder conservar empleos y negocios a la larga y la consecuente pérdida de la capacidad adquisitiva. También en el área académica, en especial en los cursos de segundo de bachillerato y último año de carrera, cuyos estudiantes, ven como incrementa su estado de ansiedad en una etapa de su vida, que ya de por sí, viven con mucha presión por el cambio vital que comporta. Ni que decir tiene, el impacto emocional en los casos en los que haya pérdidas por fallecimiento, dado el aislamiento con el que viven las personas más graves y el dramatismo que se suma al hecho de perder a un ser querido, el no haber podido dar un último adiós.
A la hora de enfrentarse a esta situación es importante tener en cuenta que vamos a fluctuar por muchos estados anímicos. Algunos han empezado el confinamiento como un impulso para proyectar pequeños objetivos que se pueden llevar a cabo en el hogar, mientras otras personas se encuentran más apáticas y bloqueadas en la capacidad de llevar a cabo actividades. Algunos individuos pueden experimentar síntomas de ansiedad y tristeza como consecuencia de la vulnerabilidad hacia la incertidumbre y de la necesidad de control con la que funcionan en sus vidas, pero que en la situación actual se encuentra mermada, con las consecuentes sensaciones de frustración e impotencia.
Es importante que intentemos mantenernos activos y podamos generar una rutina que mantenga algunas de las actividades habitules en nuestra vida cotidiana y en la que podamos incluir otros aspectos y actividades adaptadas a la situación de confinamiento.
Aceptar la situación nos permite no frustrarnos, ni perdernos en una pelea contra la impotencia de una situación que claramente no hemos elegido, pero facilitará que podamos elegir la actitud con la que nos vamos a adaptar y nos pongamos un poquito más fácil el enfrentarnos a los acontecimientos.
Nuestro estado emocional irá variando a medida que pasen los días y según las noticias que vayan surgiendo. Es importante que nos permitamos estos estados, que no luchemos contra ellos, que nos permitamos parar y dejar que pasen, así será más fácil tolerarlos y que no se conviertan en emociones más negativas como la ira o la rabia.
Hay que recordar que estar confinado no significa necesariamente estar aislado. En estos días, ya sabemos que el uso de las videollamadas se ha disparado y que el uso del teléfono fijo se ha incrementado. Tenemos la excusa perfecta para retomar el contacto con personas con las que progresivamente lo hemos ido perdiendo a causa del ritmo estresante de la vida rutinaria.
Mientras que dure el confinamiento es importante poder adaptarnos mediante buenos hábitos que quizá puedan perdurar después de la situación. En general, la situación está permitiendo más tiempo para la conversación, más muestras de reconocimiento hacia labores importantes que a veces pasan desapercibidas y no valoramos, como las que realiza incansablemente nuestro personal sanitario, más solidaridad y empatía hacia las personas desfavorecidas, más preocupación y atención por las personas mayores que viven solas y más unión hacia muchos de nuestros vecinos, que no conocemos y que últimamente podemos poner cara cada vez que salimos a aplaudir a las ocho.
El día de después, cuando casi todo haya pasado, será importante atender a las situaciones de estrés agudo vividas durante todo este tiempo, pero por el momento, los que nos “quedamos en casa” intentemos aprender algo o incluso puede que mucho, para que cuando todo pueda volver a la normalidad, seamos mucho mejores como individuos y como sociedad.
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