
Los trastornos de personalidad hacen referencia a una consistencia y estabilidad en los rasgos de comportamiento, pensamiento y afectividad a lo largo del tiempo, que implican dificultades para la persona. Es importante atender a los factores culturales a la hora de poder hablar de un trastorno de personalidad, puesto que la expresión afectiva o comportamental están muy influidas por la cultura. Lo que para una cultura es un rasgo de personalidad disfuncional, puede ser para otra una forma adaptada de la expresión de una forma de pensar o sentir. Por tanto, hablamos de trastorno de personalidad solamente cuando los rasgos de personalidad son desadaptativos y generan un deterioro funcional significativo o un malestar subjetivo. Quien padece un trastorno de personalidad tiende a interpretar y a percibir la realidad de forma distorsionada de manera que se limitan y alteran las relaciones con los demás, la forma de percibirse a sí mismo y el afrontamiento de diferentes situaciones. Por lo general, los trastornos de personalidad interfieren en todos los contextos, sea individual, familiar, social, académico o laboral.
Los trastornos de personalidad suelen comenzar en la adolescencia o en el inicio de la etapa adulta. En muchas ocasiones, y en función del tipo de trastorno de personalidad que se presente, es el entorno de la persona quien primero se da cuenta de que algo no funciona y suelen animar al paciente a que consulte a un profesional, aunque a veces, ante su negativa, son los familiares los primeros en pedir ayuda debido al grado de alteración que ocasiona en el entorno. En estos casos, la persona que padece el trastorno normaliza que su personalidad funciona así y tiende a localizar el problema en los demás; un ejemplo de esta circunstancia son el trastorno límite de personlidad o el trastorno paranoide. Por lo tanto, una de las primeras tareas que debe acometer el clínico, será la de favorecer la conciencia del problema en el paciente, a la vez que trabaja con el entorno que suele encontrarse afectado. En otros tipos de trastornos de personalidad, el paciente es muy consciente de su problema y del grado de sufrimiento que le ocasiona desde el principio, como es el caso del trastorno por evitación o del trastorno obsesivo.
A la larga, padecer un trastorno de personalidad, puede ocasionar problemas de aislamiento del entorno o por el contrario, de dependencia excesiva por experimentar niveles elevados de ansiedad, dificultades en la esfera del control de impulsos con consecuencias de abuso de sustancias, adicción al juego, intentos de suicidio o presencia de conductas dramáticas.
Los factores que favorecen el desarrollo de estos trastornos están relacionados con:
- la vulnerabilidad o predisposición genética a padececer un trastorno de personalidad que en combinación con determinados factores situacionales pueden favorecer su desarrollo.
- antecedentes en la familia de trastornos de personalidad o de enfermedad mental grave.
- dificultades en el apego, negligencia y abandono por parte de las figuras de apego, situaciones de abuso, falta de estabilidad en el entorno familiar, situaciones de acoso escolar o de violencia intrafamiliar.
Los trastornos de la personalidad están clasificados en tres grupos según las características que comparten.
- El grupo A incluye a personas que suelen resultar raras o excéntricas.
– paranoide: desconfianza y sospecha de la fiabilidad de los demás.
– esquizoide: falta de interés por las relaciones personales.
– esquizotípico:conductas peculiares y pensamiento mágico.
- El grupo B incluye a sujetos que suelen parecer inmaduros, dramáticos, emotivos o inestables.
– antisocial: actuaciones en su propio beneficio, sin importancia de las consecuencias que pueda generar a los demás.
– límite:conductas impulsivas e inestabilidad emocional.
– histriónico: necesidad de ser el centro de atención, teatralidad en el comportamiento.
– narcisista: sentimiento de importancia hacia sí mismo en detrimento de los demás.
- El grupo C incluye a sujetos que suelen mostrarse ansiosos o temerosos.
– evitación: evasión de actividades por el miedo a la crítica y al rechazo.
– dependencia:comportamiento dependendiente y sumiso hacia los demás.
– obsesivo de la personalidad:necesidad de control mediante actitudes y conductas perfeccionistas.
En un mismo individuo pueden presentarse rasgos de varios trastornos de la personalidad de cualquiera de las tres categorías.
A la hora de abordar la psicoterapia con un paciente con trastorno de la personalidad, es importante explicar que el núcleo fundamental de su problema reside en las consecuencias negativas de los aspectos disfuncionales de su personalidad sobre las relaciones interpersonales. A la vez hay que resaltar aquellos aspectos que sí son adaptativos y funcionales. En líneas generales deben tratarse los siguientes aspectos:
- debido a que las capacidades para identificar las propias emociones y para hacer introspección sobre uno mismo, están mermadas, es importante hacer ver al paciente que se trata de dificultades internas y no tanto de dificultades externas a sí mismo.
- el profesional debe ayudar al paciente a identificar y conectar los problemas interpersonales con sus rasgos de personalidad, al tiempo que da alternativas de manejo de la situación problemática que resulten más adaptativas.
- ayudar al paciente a identificar y a modificar las alteraciones del comportamiento, tales como el descontrol de impulsos, los arrebatos de ira, la dependencia emocional, la evitación social, etc. debido a la interferencia y el elevado rechazo que suponen.
- es fundamental desarrollar la capacidad para empatizar en el paciente porque como ya hemos mencionado los problemas interpersonales son frecuentes. Otras capacidades que deben entrenarse son la tolerancia a la crítica y el entrenamiento en habilidades sociales, en los casos en los que se observa situaciones de aislamiento social. Por otro lado, en los casos en los que hay dificultades en el área del autocontrol, la psicoterapia debe centrarse en el manejo de la tolerancia a la frustración, identificar las actitudes defensivas y las creencias irracionales o pensamientos distorsionados.
- puesto que como mencionamos más arriba, en muchas ocasiones los pacientes acuden a consulta por el malestar subjetivo que emociones como la ansiedad o la depresión conllevan- y no porque realmente tengan conciencia de su problemática de personalidad- es fundamental disminuir estos estados emocionales negativos. En este sentido, puede ser útil trabajar con el paciente técnicas de relajación y respiración que pueden disminuir los estados de ansiedad. No obstante, debemos valorar y explicar al paciente la necesidad de terapia psicofarmacológica, cuando ésta sea necesaria, puesto que en ocasiones, la inestabilidad emocional puede ser muy perturbadora y el objetivo de estabilizar el ánimo del paciente es prioritario para poder abordar los objetivos de la psicoterapia.
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